Francisco Alburquerque - Universitas Forum, Vol. 1, No. 3, December 2009
CONCEPTOS CRITICOS
EL DESARROLLO HUMANO LOCAL SOSTENIBLE FRENTE A LA CRISIS ACTUAL

Francisco Alburquerque*

La crisis econòmica actual

El anàlisis de la crisis financiera y econòmica actual està fuertemente relacionado con el creciente grado de primacìa que han ido adquiriendo los movimientos financieros en la dinàmica econòmica, facilitados por el contexto e ideologìa desreguladores que se fueron imponiendo a nivel internacional desde la dècada de los ochenta con el triunfo de las polìticas neoliberales. La magnitud de los movimientos financieros internacionales no guarda ninguna relaciòn razonable con los movimientos de la producciòn o el comercio, es decir, lo que suele llamarse economìa real. Segùn cifras oficiales, el volumen de las transacciones financieras es hoy dìa de dos mil billones de dòlares mientras que el Producto Interior Bruto mundial es sòlo de 44 billones de dòlares. En otras palabras, la magnitud de las operaciones financieras es màs de 40 veces la economìa real. Con ello puede apreciarse la existencia de una lògica especulativa predominante, la cual introduce de forma permanente elementos de incertidumbre y dificultades de funcionamiento en la economìa real.

Este creciente predominio de la lògica financiero-especulativa en la economìa tiene lugar en un contexto de cambio y reestructuraciòn debidos a la existencia de un nuevo paradigma tecnoeconòmico basado en el mayor valor agregado de conocimiento, lo que implica adaptaciones relevantes en las formas de producciòn y gestiòn, mejora del capital humano y despliegue de procesos de cooperaciòn empresarial, coordinaciòn interinstitucional y gobernanza pùblico-privada. Frente a la magnitud de dichos cambios, las opciones especulativas del capital financiero suponen una resistencia a entrar en los procesos de innovaciòn productiva optando por aplicaciones financieras lucrativas de corto plazo, lo cual ha sido alentado desde la ideologìa neoliberal instalada en nuestros gobiernos a lo largo de estas ùltimas dècadas, con relativa independencia del signo polìtico partidario, debido a la fuerte influencia de la versiòn neoclàsica de la llamada ciencia econòmica, la ùnica que se ensea en nuestras universidades.

Las medidas monetarias, fiscales y liberalizadoras introducidas desde los aos ochenta del siglo pasado por la administraciòn de Ronald Reagan tuvieron como finalidad la revalorizaciòn del dòlar estadounidense y la atracciòn de capitales extranjeros a fin de hacer frente al enorme dèficit de su balanza de pagos, en gran parte debido a los impresionantes gastos en armamento y la polìtica de rearme nuclear. A partir de ese momento, tomando como argumento principal el control de la inflaciòn, se establecieron programas de ajuste monetario y liberalizaciòn econòmica y financiera, procediendo a independizar el banco central de cualquier control pùblico, al tiempo que se procedìa a la desregulaciòn de los movimientos de capitales. De esa forma, los movimientos financieros experimentaron un enorme crecimiento, facilitado por las posibilidades que ofrecìan las nuevas tecnologìas de la informaciòn y las comunicaciones.

Como es bien conocido, el Fondo Monetario Internacional, asì como el Banco Mundial y el resto de organizaciones multilaterales con base en Washington DC, suscribieron el llamado Consenso de Washington como instrumento fundamental en el establecimiento y difusiòn de una ortodoxia fundamentalista neoliberal segùn la cual habìa que proceder a la apertura externa de las economìas, la liberalizaciòn y desregulaciòn de los movimientos de capitales, el desmantelamiento del Estado y la privatizaciòn de las empresas pùblicas, tratando de controlar el gasto pùblico. Todo ello provocò, a partir de los aos ochenta, duros ajustes monetarios, destrucciòn del tejido productivo empresarial y agravamiento de la pobreza, la desigualdad y la exclusiòn social.

Junto a ello, se mitificò el concepto de globalizaciòn y la exportaciòn de mercancìas como medio de alcanzar el desarrollo, un aspecto que he tratado de cuestionar desde hace tiempo (Alburquerque, 1996), al dejar de lado la gran mayorìa de la producciòn mundial, la cual tiene lugar en escenarios locales y no en un mitificado mercado mundial. Igualmente, es necesario recordar la enorme hipocresìa en la que se ha venido desenvolviendo la realidad (con fuertes componentes de proteccionismo llevado a cabo por las grandes potencias) y las propuestas retòricas de los principales gobiernos de los paìses de mayor grado de desarrollo en favor del liberalismo comercial. Hay que revisar sin màs demora esta esquizofrenia entre el fundamentalismo librecambista y la realidad del proteccionismo, a fin de asegurar sobre todo, la articulaciòn agroindustrial y de servicios que permita sustentar una base econòmica interna capaz de atender las necesidades bàsicas de la gente en los respectivos àmbitos territoriales en todos los paìses el mundo para lograr un desarrollo màs humano.

A lo largo de estos aos, han sido varios los episodios de crisis financieras, entre los cuales cabe recordar la crisis de la deuda externa iniciada en 1982, el derrumbe de la Bolsa de Tokio y la crisis bancaria y del sector inmobiliario de Japòn en 1990, la crisis mexicana (efecto Tequila) de 1994, la crisis asiàtica del segundo semestre de 1997, la crisis del corralito argentino del 2000, la explosiòn de la burbuja de Internet en 2001, a lo que hay que sumar la crisis inmobiliaria, bancaria y bursàtil que estallò en Estados Unidos en 2007 y que se ha generalizado a escala mundial durante 2008.

En efecto, el discurso ortodoxo legitima un funcionamiento financiero que conlleva la pèrdida de los referentes que deberìa asumir la dinàmica econòmica, esto es, garantizar el desarrollo sostenible ambientalmente y extender el bienestar social de la gente en cada paìs y territorio. La persistente insistencia en las ventajas de la liberalizaciòn de capitales financieros no puede evitar que al cabo de dècadas de supremacìa financiera se constate fehacientemente que su expansiòn se ha hecho a costa de retrasar la incorporaciòn de innovaciones productivas y de ampliar la fractura entre los grupos sociales de la poblaciòn.

En el modo de gestiòn del capitalismo financiero, el capital productivo ve, por tanto, reducidos sus màrgenes de maniobra y debe atenerse a los imperativos de las variables monetarias y financieras. A ello colabora la enorme simplificaciòn macroeconòmica en la que suelen razonar los responsables econòmicos y financieros, que impide una mirada màs amplia hacia los diferentes dimensiones del desarrollo econòmico y la competitividad empresarial y territorial, como son el nivel microeconòmico (para la adecuada identificaciòn de las innovaciones requeridas en la gestiòn empresarial y tecnològica desde cada àmbito sectorial y territorial), el nivel mesoeconòmico (para alentar la necesaria coordinaciòn institucional entre las diferentes administraciones pùblicas territoriales), y el nivel metaeconòmico, a fin de alentar la cultura emprendedora local y la cooperaciòn pùblico-privada en ese esfuerzo innovador (Esser, Hillebrand, Messner y Meyer-Stamer (1996).

Prevalece asì un sesgo monetarista de las polìticas econòmicas y se confiere a los bancos centrales un incalculable poder econòmico y polìtico al convertirlos en los garantes de la continuidad de las polìticas ortodoxas, fuertemente simplificadoras de la realidad socioeconòmica. De este modo, la actividad de las empresas y la generaciòn del empleo quedan sometidos a una lògica de corto plazo, mediatizada por las variaciones de los tipos de interès y de las tasas de cambio, en un contexto de incertidumbre que es antagònico con el horizonte de medio y largo plazo que requieren las decisiones sobre inversiòn e innovaciòn del capital productivo y el desarrollo econòmico y social.

Sin embargo, pese a dicha evidencia, sigue estando presente en multitud de dirigentes y responsables polìticos (asì como en una gran parte de la poblaciòn) un pensamiento favorable a la libertad de los mercados, insistiendo en las ventajas de la rebaja de impuestos y la limitaciòn de la intervenciòn del Estado, lo que es precisamente el tipo de funcionamiento que nos trajo hasta esta nueva crisis del capitalismo especulativo. Parece como si existiera una dificultad importante en el aprendizaje de la historia, posiblemente debido a la eficacia de los medios de persuasiòn de masas cuando estos son estratègicamente controlados por los poderes fàcticos del conservadurismo, desviando las reflexiones sustantivas hacia la telebasura organizada, haciendo de la gente una masa desinformada y maleable.

Como seala Stiglitz (2000), para responder a la Gran Depresiòn, los gobiernos no sòlo asumieron un papel màs activo en el intento de estabilizar el nivel de actividad econòmica, sino que tambièn aprobaron medidas legislativas destinadas a paliar muchos de los problemas, como el subsidio del desempleo, la Seguridad Social, los fondos de garantìa de depòsitos, los programas de apoyo a los precios agrìcolas y muchos otros dirigidos a diversos objetivos sociales y econòmicos, entre ellos, la mejora de las condiciones laborales y la regulaciòn de la bolsa de valores. Este conjunto de programas constituye lo que en Estados Unidos se conociò con el nombre de New Deal.

Una explicaciòn màs profunda de la crisis

La crisis actual tiene una explicaciòn bastante màs profunda que la de un desajuste financiero en el modelo de crecimiento insostenible actualmente predominante. Como seala Vicen Navarro (2008), una explicaciòn exclusivamente bancaria de la crisis financiera actual resulta insuficiente para su plena comprensiòn, ya que la crisis està relacionada, en ùltimo tèrmino, con la escasez de demanda por parte de la poblaciòn, una situaciòn que precede a esta crisis y que contribuye a la falta de resoluciòn de la misma.

En efecto, las polìticas pùblicas llevadas a cabo durante los ùltimos treinta aos (que incluyeron la desregulaciòn de los mercados laborales y la reducciòn de los salarios y de la protecciòn social) han provocado una enorme polarizaciòn de las rentas a nivel mundial. En Estados Unidos el salario promedio de una persona de 30 aos es un 12% màs bajo hoy que hace treinta aos, pese a tener mayor nivel de educaciòn y haberse dado un alza de la productividad del 68% en ese periodo. Este descenso de los salarios se ha compensado parcialmente con el aumento del nùmero de integrantes de las familias que trabajan (entre ellas el incremento de la presencia de la mujer en el mercado de trabajo) y mediante el alargamiento de la jornada, siendo Estados Unidos uno de los paìses donde los empleados trabajan un mayor nùmero de horas al ao (350 horas màs al ao que el promedio de la Uniòn Europea). Esta situaciòn explica la presencia de un elevado nivel de endeudamiento de las familias en Estados Unidos a fin de mantener el nivel de vida, solicitando prèstamos a los bancos y agencias de crèdito a los que podìan acceder utilizando sus viviendas como avales.

Paralelamente hay que hacer notar el incremento espectacular de los beneficios empresariales desde los aos ochenta, ao en el que el 1% del grupo de rentas màs altas en Estados Unidos tenìa el 8% de la renta total del paìs, porcentaje que subiò hasta el 20% en el ao 2007. La enorme acumulaciòn de riqueza en manos de los màs ricos, muy por encima de sus necesidades de consumo, estimulò poderosamente la bùsqueda de mayores ganancias de dinero en actividades especulativas.

El descenso de la demanda o consumo interno es, pues, un problema mayor para el cual las medidas de regulaciòn bancaria no son suficientes. Se requiere una polìtica decidida de respaldo a la economìa y la sociedad real basada en valores de sostenibilidad y de equidad laboral y social desde los diferentes territorios, un tema que supera ampliamente la declaraciòn de intenciones de las cumbres del G-20 ante la crisis actual. En estas cumbres no ha existido aùn ninguna referencia al enfoque territorial del desarrollo, que -en mi opiniòn-, podrìa ayudar a concretar propuestas con los diferentes actores desde sus propios àmbitos locales.

Dada la naturaleza de la crisis y el hecho de que la primacìa del capital financiero sobre el capital productivo constituye un rasgo principal del modo de gestiòn actual del capitalismo financiero, lo menos que puede decirse es que no estamos ante una crisis pasajera sino, probablemente, todo lo contrario.

Es obvio que la polìtica monetaria es un instrumento esencial de la polìtica econòmica general para conducir la actividad econòmica. Pero, en manos de los bancos centrales, se limita al control de la inflaciòn, dejando de lado los requerimientos del desarrollo econòmico sostenible y el empleo. Finalmente, los bancos centrales limitan la capacidad de maniobra de los gobiernos para orientar el rumbo de la economìa por un modelo de desarrollo menos dependiente de la especulaciòn financiera y centrado en la atenciòn de las necesidades de los agentes de la economìa real (Torres, 2007).

Asimismo, como indica Joan Prats (2008), no estamos ante una crisis del capitalismo sino de uno de sus posibles modos de gestiòn y de su correspondiente ideologìa: el neoliberalismo. En efecto, el neoliberalismo constituye un conjunto de ideas y polìticas basadas en la creencia -no demostrada històricamente-, de que los mercados se corrigen a sì mismos, asignan los recursos con eficiencia y sirven al interès pùblico. Este fundamentalismo del libre mercado estuvo detràs de la polìtica econòmica de Ronald Reagan y de Margaret Thatcher desde los aos ochenta, asì como en el citado Consenso de Washington, alentando la privatizaciòn, la liberalizaciòn y el establecimiento de bancos centrales independientes de la regulaciòn o controles pùblicos y preocupados exclusivamente por la inflaciòn.

No resulta difìcil aventurar el impacto posible de la crisis sobre la experiencia e iniciativas de desarrollo humano local sostenible. Desde luego, el movimiento de concentraciòn financiera que acompaa la evoluciòn de la crisis actual supone una dificultad en la captaciòn de recursos financieros para los proyectos de desarrollo territorial, los cuales precisan del involucramiento de las entidades financieras presentes en el territorio en las estrategias de desarrollo econòmico local. Definitivamente, la tendencia de concentraciòn del capital financiero no ayuda nada en este sentido, sobre todo si se reflexiona que todas las buenas pràcticas en desarrollo econòmico territorial suelen disponer de entidades financieras comprometidas con los procesos de desarrollo local.

Por otra parte, la crisis financiera coincide tambièn con otros problemas importantes a nivel mundial como son los relativos a la energìa, el cambio climàtico y la crisis alimentaria, que afectan de forma especial a la parte de la humanidad màs necesitada. En este sentido, las estrategias de desarrollo deben incrementar sus esfuerzos por incorporar actuaciones dirigidas a fomentar la producciòn ecològica, la utilizaciòn eficiente de los recursos naturales (en especial del agua y la energìa), el uso de energìas renovables y la gestiòn de los residuos, incluyendo el reciclaje y reutilizaciòn de los mismos, avanzando con todo ello en una apuesta por el desarrollo humano local sostenible.

Un enfoque de desarrollo humano local sostenible ante la crisis actual

Como muestran los anàlisis de prospectiva màs elementales, el escenario futuro estarà muy posiblemente compuesto por cambios importantes como son de un lado- los efectos econòmicos del cambio climàtico y el agotamiento de los combustibles fòsiles (que es causa del sistemàtico aumento de los precios de las materias primas) y -de otro lado-, la expansiòn de las energìas renovables y la implantaciòn extensiva de la sociedad del conocimiento. Estos son los elementos que marcaràn el futuro econòmico a medio y largo plazo, junto con los cambios demogràficos y migratorios (Mulas-Granados, 2008).

Por ello, resulta preciso que los bancos centrales se sometan al control pùblico y de las instituciones democràticas representativas, garantizando que la polìtica monetaria se comprometa con los objetivos del desarrollo econòmico local sostenible (en los planos econòmico, socio-institucional y ambiental), lo que supone el fomento de la creaciòn de oportunidades productivas compatibles con el respeto por el medioambiente local, la generaciòn de empleo de calidad, la equidad y el bienestar social. Esto supone abandonar la mitificaciòn del funcionamiento del libre mercado y la liberalizaciòn irrestricta de los movimientos de capitales, estableciendo mecanismos de regulaciòn que aseguren su vinculaciòn con las inversiones en capital productivo y eviten las operaciones especulativas.[1]

Igualmente, deberìa existir una intervenciòn pùblica decidida para asegurar lìneas de crèdito apropiadas y suficientes para el desarrollo de las microempresas y Pymes, asì como para el despliegue de estrategias de desarrollo territorial, como forma de alentar una actuaciòn desde las propias bases desde las que opera la economìa y la sociedad real.

En el mismo sentido, la vivienda debe dejar de ser objeto de especulaciòn, y constituir un derecho de las personas. Para ello, resulta necesario eliminar las leyes y normas que prolongan la especulaciòn a travès de la recalificaciòn del suelo, otorgando ganancias desorbitadas a propietarios de terrenos e intermediarios que no aaden ningùn valor al proceso productivo con tales recalificaciones. Separar de ese modo el componente especulativo de la actividad orientada por el capital productivo en este sector sòlo puede deparar sensatez y garantìa de calidad de vida para la poblaciòn.

Del mismo modo, la incorporaciòn de innovaciones sostenibles en este sector podrìa ayudar a eliminar su pernicioso impacto sobre el medioambiente, tratando de incorporar el urbanismo y arquitectura sostenibles, asì como el uso eficiente del agua, la energìa y los materiales utilizados. Es evidente que avanzar en el proceso de descentralizaciòn, asegurando recursos financieros suficientes a los Ayuntamientos, constituye un aspecto decisivo en este sentido, a fin de frenar las irresistibles tentaciones de recurrir a la corrupciòn inmobiliaria como forma de atender a las crecientes demandas existentes por parte de la ciudadanìa en sus territorios.

Es evidente que nada de esto surgirà como alternativa si no existe una organizaciòn ciudadana de actores sociales decididos a resistir la inercia con la que los actores beneficiados de la crisis trataràn de comportarse para solamente maquillar la situaciòn actual. Nos va demasiado en ello para delegar nuestras vidas y la de nuestros hijos e hijas en manos de un sistema regido por la lògica de los especuladores.

La crisis actual ha removido, por tanto, las finanzas internacionales con incidencia muy adversa para el crèdito a las empresas (en especial las microempresas y pequeas y medianas empresas[2]) y el consumo de los hogares, incidiendo con ello en el incremento del desempleo y la reducciòn de ingresos, todo lo cual convierte la crisis tambièn en un tema social.

Lo grave es, como seala Sami Nar (2009), que los desconcertados responsables polìticos parecen gobernar a ojo en casi todas partes, superados por la rapidez, profundidad y complejidad de la crisis pero, sobre todo, porque en gran medida, son aùn prisioneros de los esquemas ideològicos dominantes, de conceptos que se han vuelto inoperantes, y de los reflejos de autojustificaciòn de la propia responsabilidad en la crisis.

La crisis supone en efecto, una profunda puesta en duda de los conceptos del liberalismo anglosajòn aùn hegemònico en el mundo y un replanteamiento radical en el cual el enfoque del desarrollo econòmico territorial para el empleo debe ocupar un papel predominante. Este enfoque se aleja del nivel excesivamente agregado y abstracto de la visiòn convencional de la macroeconomìa, y se basa igualmente- en la movilizaciòn y participaciòn de los diferentes actores locales, pùblicos y privados, desde cada àmbito territorial en los diferentes paìses del mundo.

Supone, ademàs un planteamiento distante de los enfoques asistenciales, dependientes de los subsidios, los cuales son utilizados recurrentemente como medio para asegurar el clientelismo polìtico y electoral. Y es, sobre todo, un enfoque para la acciòn, concertado entre los distintos actores, con una visiòn integrada del desarrollo, que incorpore las distintas dimensiones del mismo, esto es el desarrollo humano, el desarrollo sociopolìtico e institucional, el desarrollo econòmico local y el desarrollo sustentable ambientalmente.

El desarrollo local no es sòlo desarrollo de recursos endògenos, sino capacidad local para aprovechar las oportunidades de dinamismo existentes, tanto endògenas como exògenas. Y, al mismo tiempo, si bien es un enfoque ascendente (desde abajo), tambièn son muy importantes las actuaciones y polìticas de caràcter descendente (desde arriba), es decir, las que son responsabilidad de los diferentes Estados centrales y de los organismos de la cooperaciòn internacional para el desarrollo. De ahì la relevancia de la coordinaciòn entre los diferentes niveles de las administraciones pùblicas (local, regional o provincial, estatal, nacional y supranacional), asì como la formaciòn en el enfoque del desarrollo humano local sostenible entre los dirigentes y responsables polìticos y sociales tanto a nivel local como provincial, regional y central.

La polìtica del desarrollo debe incorporar, por tanto, una aproximaciòn territorial y no solamente una visiòn sectorial o agregada. Debe incluir la participaciòn de los actores locales en la elaboraciòn de las respectivas estrategias territoriales de desarrollo. Debe incorporar una atenciòn fundamental a las innovaciones del capital productivo en el tejido empresarial, tanto las de caràcter tecnològico como de gestiòn y socio-institucionales, dando una prioridad fundamental a las microempresas, pequeas y medianas empresas y cooperativas de producciòn y consumo, tanto de caràcter formal como informal, a fin de incorporar los objetivos de la cohesiòn social en la polìtica de desarrollo empresarial y empleo.

Para ello hay que incrementar tambièn el conocimiento de los sistemas productivos locales superando los viejos sistemas de informaciòn estadìstica sectorial que poco ayudan en este sentido. Y todo ello, promoviendo desde el inicio, la construcciòn del capital social necesario desde cada territorio. Frente al enfoque convencional del desarrollo, que lo reduce habitualmente a mero crecimiento econòmico cuantitativo, es necesario un enfoque territorial que de importancia a la gente y los territorios donde habita, que se oriente hacia la satisfacciòn de las necesidades bàsicas de la poblaciòn y que incorpore para ello una polìtica activa de empleo en condiciones de trabajo digno (o trabajo decente, como seala el lema de la OIT), que combine la necesidad de los territorios de ser competitivos con la evidencia de mantener sus sostenibilidad social y medio ambiental (o la competitividad sostenible humana, como sugiere el ILS-LEDA), a fin de mejorar los ingresos y la calidad de vida de todas las personas.

Frente a la convicciòn en la difusiòn del crecimiento econòmico desde las regiones centrales que postula el capitalismo global, el enfoque del desarrollo territorial apuesta por estrategias concertadas entre los actores locales, basadas fundamentalmente en el mejor aprovechamiento de los recursos territoriales y las oportunidades de dinamismo externo. Y frente al acompaamiento de las polìticas asistenciales y declaraciones retòricas para enfrentar las situaciones de pobreza y degradaciòn social y medioambiental en el mundo (Declaraciòn de los Objetivos del Milenio, por ejemplo), se postula el fortalecimiento de las capacidades y recursos de los gobiernos locales para asumir sus nuevas funciones en el desarrollo econòmico y el empleo local, la eficiente coordinaciòn interinstitucional y la cooperaciòn entre el sector pùblico, el sector privado empresarial y el sector de conocimiento, entendiendo la gobernanza como una tarea compartida entre los diferentes actores locales en la gestiòn de todos estos procesos.

Referencias

Alburquerque F. (1996) Desarrollo econòmico local y distribuciòn del progreso tècnico. (Una respuesta a las exigencias del ajuste estructural). Santiago de Chile: ILPES/CEPAL, LC/IP/R.174, diciembre
El Paìs (2008) 'Nuevas reglas en Wall Street', El Paìs Negocios, 21 de septiembre Esser K, W. Hillebrand; D. Messner; J. Meyer-Stamer (1996) 'Competitividad sistèmica: nuevos desafìos a las empresas y a la polìtica', Revista CEPAL, n 59
Mulas-Granados C. (2008) 'Espaa, màs allà de la crisis econòmica', El Paìs. La Cuarta Pàgina, 29 de abril
Nar S. (2009) 'Las èlites ante la crisis', El Paìs, 7 de marzo
Navarro V. (2008) 'De lo que no se habla en la crisis financiera', Sistema Digital, 3 de noviembre
Pastor J. (2008) 'Responsabilidad social corporativa. Pymes. La uniòn hace la fuerza', El Paìs Extra, 23 de noviembre
Pèrez C. (2004) Revoluciones tecnològicas y capital financiero. La dinàmica de las grandes burbujas financieras y las èpocas de bonanza. Mèxico: Siglo XXI Editores, en: http://www.carlotaperez.org/Articulos/TRFC-TOCsp.htm
Prats J. (2008) 'Màs allà de la crisis financiera global. Crònicas del fin del neoliberalismo', Revista Gobernanza, n. 6, Asociaciòn Internacional para la Gobernanza, la Ciudadanìa y la Empresa: www.aigob.org
Stiglitz J.E. (2000) La economìa del sector pùblico. Barcelona: Antoni Bosch
Torres J. (2007) 'Diez ideas para entender la crisis financiera, sus causas, sus responsables y sus posibles soluciones', 10 de septiembre, en: http://www.rebelion.org/noticia.php?id=55925
Transnacional Institute (2008) 'Declaraciòn con motivo de la Cumbre del G-20 sobre la crisis financiera', 17 de noviembre, en: http://www.quiendebeaquien.org/spip.php?article1125


* Francisco Alburquerque es investigador del Consejo Superior de Investigaciones Cientìficas, Ministerio de Ciencia y Tecnologìa, Madrid, Espaa y miembro de la Red de Investigadores en Desarrollo Econòmico Territorial y Empleo del Programa Iberoamericano de Ciencia y Teconologia para el Desarrollo (CYTED).

1. En esta lìnea podrìan contemplarse algunos instrumentos a nivel macro, como los citados por el Transnacional Institute (2008): a) Establecimiento de impuestos sobre los movimientos de capital financiero internacional, tal como propone la tasa Tobin; b) Cierre de los paraìsos fiscales y control de las diversas formas de evasiòn fiscal practicadas por grandes empresas y personas acaudaladas; c) Sustituciòn del Fondo Monetario Internacional, que ha contribuido de forma decisiva a la crisis financiera actual, sustituyèndolo por un mecanismo financiero regulador democràtico a nivel internacional, y no sòlo controlado por el gobierno de los Estados Unidos; d) Establecimiento de lìmites al riesgo de cualquier nuevo producto o instrumento financiero; e) Suspensiòn de las negociaciones sobre servicios financieros dentro de la Ronda de Doha para la liberalizaciòn comercial en el seno de la Organizaciòn Mundial del Comercio; f) Informaciòn pùblica de todos los agentes de cabildeo (lobby) ante las autoridades normativas de regulaciòn nacional e internacional; g) Eliminaciòn de los contratos de blindaje e indemnizaciones extraordinarias de los altos cargos de las instituciones financieras y supresiòn de los incentivos a comportamientos basados en actividades especulativas; h) Participaciòn de instituciones globales (no solamente los organismos financieros internacionales) en los debates sobre la nueva arquitectura financiera mundial;

2.La reducciòn del crèdito afecta al capital productivo, en especial a las micro, pequeas y medianas empresas que suponen en Espaa el 99,87% del total de empresas formales existentes, explicando el 89% del empleo formal y el 63% del producto interior bruto (Pastor, 2008).

Universitas Forum, Vol. 1, No. 3, December 2009





Universitas Forum is produced by the Universitas Programme of the KIP International School (Knowledge, Innovations, Policies and Territorial Practices for the UN Millennium Platform).

Site Manager: Archimede Informatica - Società Cooperativa